Amsterdam es canalla y natural. Descarada, repleta de olores: dulces, marihuana, lluvia, hojas de otoño, agua. Amsterdam es compartido y abrazado. Redescubierto, re-encontrado. Y yo en esos pies helados. En la glotonería, en el sol, en el granizo, en los mapas, en los tulipanes, en los estereotipos.
Amsterdam es joven, llena de tatuajes, música, perfumada de pecados, enraizada en la historia, envuelta en arte y cultura.
Amsterdam es ver la vida sobre dos ruedas, sintiendo la brisa en la cara, la vida en los labios, la noche en el sexo.
Luces rojas, infinitos canales, prisas, rudeza, colores, encanto perenne.
Me encanta.
Mientras España recibe al otoño por la puerta grande,yo me encuentro con un dulce frío otoñal en esta ciudad tan joven y dinámica. Me han cautivado las zonas próximas al mar, isletas, barcos atracados, árboles empapados de otoño y muchas ganas de explorar. El cansancio y las obligaciones me mantienen un tanto cautiva pero mañana será otro día en el que seguramente me encontraré nuevas miradas de Estocolmo. A continuación lo mejor de hoy. 🙂 Mañana más!
Este trajín laboral que llevo de manera casi constante, hace que me ausente injustificadamente de mis brumas, muchas veces acumulando cosas que contar y posts que se evaporan. Quizá por querer escribir de una manera más global, resumiendo viajes, o elaborando posts sobre mi manera de ver la vida, a veces no cuento con el tiempo o los recursos necesarios para mantener el blog tan vivo como quiero.
Así que he tomado la determinación de escribir quizá de una manera más fugaz, más estilo cuaderno de bitácora cuando esté de viaje. A estos posts los catalogaré por Mapas y Maletas, que es realmente como resumo estas vivencias laborales, recorriendo ciudades europeas y descubriéndome en ellas.
Empezamos. En esta segunda temporada de viajes, voy sola. Antes del viaje siento una mezcla de incertidumbre y desasosiego, una cierta pereza por alejarme de mi nido. Al fin y al cabo, la tranquilidad y seguridad es lo que más reconforta a una parte de mi, a la niña creo. Mientras que los retos y el autodescubrimiento, motiva y empuja a a mi parte más aventurera.
Hoy he volado a Oslo y después a Estocolmo. Me ha maravillado contemplar desde el aire la silueta de Dinamarca, sobrevolar Noruega y descubrir unos bosques tupidos de abetos inmensos y árboles, lagos esculpidos entre valles y montes. Intensas brumas envolvian Oslo en una lluvia fría de otoño, contrastando con un Estocolmo mucho más amigable y despejado que me recibió con un suave y precioso atardecer (foto aerea).
Y entre trajín, problemas que se presentan, y yo me descubro en ellos mucho mas serena, aún nerviosa por los contratiempos, pero al fin y al cabo comedida, sujetando las riendas de las emociones, dando a la niña una piruleta para que se tranquilice.
Viajar sola tiene cosas buenas y cosas malas, por supuesto. No tengo con quien cenar o salir a tomar algo, pero yo misma organizo mi trabajo a mi manera, elijo los lugares en los que más me apetece cenar, me llevo de paseo y me rio y hablo a mi misma de las cosas que me llaman la atención. Ya me voy conociendo y se lo que me gusta, ventajas tendría que tener eso no? No compromisos, solo yo con mis circunstancias. Creo que ya me voy llevando mejor conmigo, aunque a veces tenga mis peleas, seguidas de reconciliaciones, como las de los amantes apasionados. Quizá consiga amarme algún dia como puedo llegar a amar a los demás. Parece un sueño pero… ¿por qué no? Por intentarlo no será…
Mientras tanto, encontrando(me) más el norte que nunca, deseo fervientemente encontrarme en mi cama con mi nuevo libro,regalito motivador para este viaje que estoy devorando y disfrutando, «Los ojos amarillos de los cocodrilos». Algún trocito tengo ya marcado… a ver si puedo traerlo estos días!
No sigo el orden cronológico de mis viajes, pero, hoy, que por fin he conseguido un ratito para escribir tranquila, lo primero que me ha dado ganas de contaros (por si alguien todavía no sabe qué hacer en vacaciones), es lo mucho que me gustó Ljubliana.
Sucedió como con los amores de verano, de manera fugaz e impulsiva. Fue el día más cosmopolita de mi segundo viaje de dos semanas trabajando por Europa (desayunar en Zagreb, almorzar en Ljubliana y cenar en Venezia), por tanto pasé en Ljubliana tan sólo unas horas. Sin embargo, simplemente cruzar la frontera y entrar en Eslovenia ya noté una gran diferencia.
Enseguida me recordó a Austria, posiblemente mi país europeo preferido (de los que conozco, claro). Pueblitos apiñados, casas pequeñas con balcones de madera llenos de flores, siempre una pequeña iglesia, en ocasiones tan pequeña que parecía miniatura. Hasta llegar a Ljubliana disfruté muchísimo del paisaje, verde hasta llenar la vista, acompañado de un cielo azul magnifico, con las debidas nubes para adornarlo.
Ljubliana aquel día estaba escandalosa por el partido de fútbol Eslovenia-Inglaterra; era impresionante escuchar la emoción y en griterío que envolvía la ciudad en oleadas. ¡Y eso que iban perdiendo! Las terrazas estaban llenas, la gente se sentaba en el suelo a emocionarse frente a enormes pantallas. Era genial!
Y mientras yo me dirigía a una cita de trabajo en la que me presentaron un café que marcó mi relación con Ljubliana:
Una sonrisa. Sin duda, Ljubliana es mucho más que eso. Una ciudad alegre, llena de historia, preciosa arquitectura, juventud, el correspondiente castillo con montaña presidiendo la ciudad, el río y los canales, agradables calles peatonales y mucho color.
El símbolo de Ljubliana, presidiendo las imágenes de este post, es el dragón presente en el puente principal, en honor al dragón que mató Jason en la ciudad, dentro de la leyenda griega de Jasón y los Argonautas. El dragón está presente en el escudo de la ciudad y también implantando conciencia medioambiental y enseñando a reciclar (creo que soy la única guiri haciendo fotos a los cubos de basura!)
Tras la conversación con mis colegas de trabajo sobre mi sorpresa ante Eslovenia, me quedó clara una cosa. Quiero volver, sin trabajo, para disfrutar del país. Es un país manejable (como Austria), que te puedes recorrer perfectamente estableciendo «campamento» en un solo sitio. Hay una ciudad animada y jovial, una costa preciosa, turismo de montaña, termal, cultural y rural (granjas incluidas), ¿qué más se puede pedir!?
Si tienes ganas de descubrir algo nuevo, ya lo sabes, ahí está Eslovenia, y vuelo directo a Ljubliana con Vueling desde Barcelona! 😉
Más sobre Ljubliana: Aquí y aquí.
Mis queridos lectores navegantes, mi ronda de viajes laborales ha terminado hasta septiembre, así que vuelvo un poquito a tomar el te en mi hogar que comparto con vosotros. Sinceramente, echo de menos mantener la regularidad que tenía, pero al fin y al cabo, la vida son fases, y en este momento el ritmo es trepidante y apenas saco fuerzas para lidiar con el día-a-día.
Es curioso como el cuerpo aguanta y cómo comprende cuando ha llegado la pausa. Hace 2 días que he aterrizado y mi cuerpo entero ha hecho ploff. Poco a poco me iré cuidando bien y reponiendo energías. Un verano por delante se plantea dispuesto a ser disfrutado, con visitas, conciertos y alguna escapada fuera de la realidad.
Mientras tanto, tenía ganas de contaros mi experiencia en Roma. Hace unas 2 semanas, pasé una semana completa trabajando en Roma, de un lado al otro de la ciudad. Nunca había estado y la sensación ha sido bastante agridulce.
Es una ciudad que fluye a borbotones, sin pausa. Te pisotea si es necesario, para seguir su caudal. Aquella semana la temperatura rondaba los 32 grados, con altos niveles de humedad. El trajín me llevaba de un lugar a otro, enfrentandome a los misterios que a veces esconden los mapas. Entre el desenfreno de la actividad, el Vaticano, la Fontana di Trevi, el Panteón. Los guardias, las Piazzas, la historia en cada rincón. Todo envuelto en centenares de turistas, ajenos al non-stop de mi día laboral.
Cruzar la calle a la romana me parecía una exageración hasta que me enfrenté a esa realidad y cruzaba avenidas de 5 carriles sorteando los coches. La realidad supera la ficción, sin duda!
Roma fue contraste desde que nos conocimos hasta que nos despedimos. Hubo desplantes, retrasos, desorden. Hubo encanto, cafés compartidos entre los negocios acompañados de pastelitos, como quien acude a casa de alguien e intercambia experiencias. Amabilidad y descaro, dentro del mismo envoltorio.
Alrededor, una amalgama de arte por los cuatro costados. Roma es exceso de historia. Verdaderamente sentí emoción cuando pisaba el entorno del Colosseo. Imaginaba las historias que allí transcurrían, los millones de pies que pisaron la misma piedra que yo pisaba; y se me ponían los pelos de punta. Hasta una simple tienda tiene historia y resulta ser charcutería desde el año 1300!
Roma es belleza y vida en todo su apogeo. Vida en lo bueno y lo malo. Caprichos del paladar. Perfumes y pestes. Arte, despilfarro y encanto.
Roma se quedó con mi maleta cuando nos robaron, a mis compañeros y a mí, todo nuestro equipaje personal y laboral, incluyendo portátil, informes, mis sandalias hippies y muchas otras cosas con recuerdo sentimental. No son más que cosas al fin y al cabo. Roma se despidió de mí de la manera agridulce en que nos conocimos. Ella es así, auténtica y desmedida. Arrebatadora y descarada. Como la vida misma. Vinagre y rosas.
Comenzamos mis viajes con la primera etapa, volando a Barcelona y viajando en coche hasta Burdeos, luego Paris, y por ultimo, Bruselas, Brujas, Gante, Amberes, Rotterdam y Amsterdam.
Al viajar por trabajo es en ocasiones frustrante estar en un lugar increíble y no tener tiempo para pararte, hacer buenas fotos o compartirlo con alguien especial. Sin embargo, mi cámara iba siempre en mi maletín y muchas veces, entre una cita y la otra hacía alguna foto mientras iba caminando. En París el ajetreo fue tal que apenas pude hacer fotos, y como ya había estado antes, me limité a maravillarme con lo que me iba encontrando por el camino.
Pero, comencemos por el principio. Burdeos es una ciudad con mucha clase, arquitectónicamente parece París en pequeña escala. Llegando a ella era magnífico contemplar las extensiones de viñedos verdes. Me asombró saber que en Burdeos se produce el 10% del vino ¡del mundo!
Tras una mañana de trabajo en Burdeos, 600km y nos plantamos en París.
¿Qué podemos decir de París que no hayamos dicho ya? Aquí, o aquí…
En esta ocasión me sumí de pleno en la vida y el ajetreo de la ciudad. Buceando en las entrañas de la ciudad, me mezclaba con la tristeza de la gente en el metro, me dejaba acariciar por la alegria de un acordeonista que entraba en ocasiones y me limitaba a observar(me). Esta visita a París me acercó al glamour de sus gentes, esas mujeres que pueden vestir combinando estampados y colores y llevarlo con dignidad, mujeres con clase que fuman elegantemente, dando a París el caché que se merece.
París son sus cafés, llenos de parisinos y visitantes que recibían con entusiasmo la primavera tras un duro invierno. París son sus panaderías, sus quesos, sus crepes, sus quiches deliciosos. París es el descaro y la libertad de Pigalle, la elegancia de Opera, la boheme de Montmartre, la alegría del Barrio Latino, la cultura universal, la noche más noche y el día más intenso.
Después de París, tomamos rumbo a Bruselas. Tras tratar con los parisinos, agradecí encontrarme el caracter afable de los belgas, que nos trataron muy bien en todas las ciudades que visitamos. Bruselas me sorprendió, especialmente su Grand Place, pero es cierto que no tiene mucho más que unas cuantas calles en el centro histórico. Lo demás es algo triste y me encontré bastante gente «rara» en algunas zonas. Es una ciudad de negocios que se queda desangelada tras el ajetreo de la jornada. Chocolate y gofres están presentes siempre en Bélgica, deliciosos y tentadores.
Llegué a Brujas en una tarde maravillosa y radiante. Me enamoré de los parques frondosos e increíblemente verdes festejando la primavera; de sus canales, del ambiente de las calles, de los edificios y las flores. Brujas es una ciudad puramente turística, por las noches se queda tranquila cuando se retiran sus visitantes, dejando pasear a residentes e invitados a pesar de la humedad y el frio que desprenden sus canales. Brujas es para recorrerla en bici, en barca y a pie, de todas las maneras, con todos sus aromas.
En Gante apenas pasé 3 horas, pero me bastaron para querer más. El ambiente estudiantil, las plazas y los canales, junto con todo lo que Bélgica ofrece, son suficientes motivos para volver.
La última noche la pasamos en Amsterdam para tomar el vuelo de regreso al día siguiente. Pasamos también por Amberes y Rotterdam, pero no por zona histórica, así que no hay mucho que contar más que trabajo. Como anécdota, vi La Haya desde la planta alta de un edificio de Rotterdam, están muy cerquita, es lo bueno de los países pequeños, son muy manejables!
Volver a Amsterdam siempre es un regalo. Aunque agotada tras dos semanas de intenso trabajo y carretera, no podía resistirme y pasamos las últimas horas del viernes por la ciudad de los canales y las bicicletas. ¡Que delicia! Simplemente sentada en un banco observando la gente pasar, disfruté como una enana. Me encantan las bicicletas tan distintas que puedes ver allí: con una caja de madera grande delante para llevar cosas, con sillas para niños, carritos y mil y una cosas. Las bicis van rápido y debes tener cuidado con ellas. Te puedes encontrar un abuelillo lleno de piercings, una mujer con las perlas y hablando por el móvil, una chica con inmensos tacones,… todos pedaleando deprisa y sorteando turistas asombrados.
Y hasta aquí un resumen de la primera etapa de muchas por venir… La siguiente me llevará dentro de 10 días de Alemania a Italia. Continuará… 🙂
Escuchando…
«…Birds flying high
You know how i feel
Sun in the sky
You know how i feel
Reeds drifting on by
You know how i feel
It’s a new dawn
It’s a new day
It’s a new life
For me
And I’m feeling good…
PS: Llevo días acumulando ganas de comunicar en mi mente y agotándome, sin disponer del tiempo para poder fluir… Y así me quedaré, porque posiblemente no podré escribir antes de mi partida hacia 3 días de oasis y abrazos de gente que añoro… Este será mi premio por una semana tan dura… 🙂
PS: Antes de comenzar mi laaaarga jornada laboral de hoy, canto:
«Vivo en un archipielago. donde tocan el tambor
y la gente se mueve…En medio del atlántico
donde vivimos tu y yo, donde se que me quieres…
«…Vivo en las prisas apartado, me dicen aplatanado
y quizas tengan razon, pero ustedes y yo sabemos
que hay gente que va sin frenos y no llegan a mejor …»
La semana pasada me escapé a Cádiz por trabajo. Conseguí llegar antes de ponerse el sol y antes incluso de entrar a mi hotel, fui rauda y veloz a la playa de la Caleta para ver la puesta de sol. Cádiz me encanta, por su luz y esa energía atlántica que la rodea. Esa tarde había nubes y la puesta de sol no fue tan fotogénica como en otras ocasiones, pero si era increible el rugido del mar que me rodeaba y como el cielo gris se iba tiñendo de colores tras la marcha del sol.
Me quedé hasta bien entrada la noche y el cielo me regaló una lluvia regeneradora que me hacía cosquillas en la cara. Llegué tan empapada al hotel que alguna persona con quien me crucé me miró sorprendida, y es que mi pelo parecía salido de la ducha!
Al día siguiente trabajaba todo el día, y aunque comenzó lluvioso, el día quedó espléndido. Así que antes de volver a casa en coche, no pude resistirme a ver un nuevo anochecer en la Caleta, este sí luciendo en un cielo prácticamente despejado.
Me gustó que más personas se sentasen también a disfrutar del simple momento de contemplar la caída del sol. Deberíamos buscar estos momentos para nosotros más a menudo…
Como prometí a Sarita, aquí os dejo las imágenes de mis anocheceres en la Caleta. Os deseo un feliz comienzo de semana, en que espero amanezcan grandes sensaciones…
Sobrevuelo y aterrizo poco a poco en el mundo real. Todavía tengo unos días para aclimatarme, en los que combinar el trabajo con la excelente compañía y maximizar los momentos de ocio.
Se hace difícil ver que a nadie se le ha ocurrido terminar las tareas que dejaste delegadas, y que algunas cosas, parecen no cambiar. Parece que ha pasado mucho más tiempo que dos semanas, y por esta intensidad, me quedaré con lo mejorcito de este break laboral:
– La compañía, mi gente.
– La semana de calma cotidiana en aguas mediterráneas.
– La sal en escamas en mi piel.
– Los anocheceres. (¿no es un gran plan simplemente ver anochecer? Qué poco lo hacemos…!)
– Los mimos.
– El enfrentamiento de algunos temores.
– 3 días y 2 noches en el paraíso de las Islas Cíes.
– Una agradable cena con una encantadora parejita bastante más joven que yo.
– No tener prisa ni reloj.
– Las ferias de artesanía (incluida la Feria de la Cebolla! Que bonitas son!)
– Dejar a una peregrina en su camino.
– No encontrar apenas tiempo para leer los dos libros que apenas vuelven intactos.
– Nadar en aguas atlánticas congeladas.
– Ir en barco, impregnándome de mar.
– Observar cómo las brumas se extienden y se disipan (en sentido real y metafórico).
– Broncearme y despendolarme.
– Coger piedras marinas energéticas.
– Rico pulpo galego en excelente compañía.
– Un maravilloso desayuno.
– Sentir la comunicación sin palabras.
– Kilómetros y la preciosa Extremadura bajo mis ruedas. Cielos inmensos… Guitarras rasgando…
– Una rica cena italiana el día antes de empezar a trabajar…
Siempre las pequeñas cosas son las que nos hacen grandes.
Y por fin voy a poder escaparme de las procesiones que rodean mi casa para encontrarme con…
…mi océano mar…
…mis bosques…
…mi gente…
…por primera vez en mucho tiempo, toda mi gente…
…Rita…mi amor perruno…
…un poco de calma…
…y mañana una carretera y lo más importante…
…Yo misma. 🙂
…me sumerjo entre las brumas por unos días…
…Namasté…