Los almendros que encuentro camino del trabajo…
Hacía tiempo que no me transformaba en nada y esta mañana viniendo a trabajar, extasiada con los almendros en flor, se me ha encendido la bombillita.
Hoy voy a ser una almendra. Sí, nunca me había convertido en fruto y se que mi vida será más efímera que como ser humano, pero me fascina la plenitud de mi transformación.
Primero iluminaré el invierno con mi flor y mi aroma. Los paseantes nos miran extasiados, inhalan nuestro perfume con devoción y nosotras las flores brillamos aún más con sus halagos. Nos dejamos acaricar por el sol, nos apretamos bien cuando llueve y sopla viento, perdiendo a veces los pétalos entre las tormentas invernales. Somos unas valientes. Nos atrevemos a inaugurar la primavera, a florecer en pleno invierno, para colmar de esperanza a nuestro alrededor. La primavera se acerca, el renacer y la ilusión. Nosotras somos sus emisarias.
En esta fiesta que supone nuestro florecer, entre bailes con el viento y cantos a la luna, vamos perdiendo pétalos. Esto también pasará, me digo a veces cuando siento la vida palpitar entre mis pétalos. Y en efecto, poco a poco mi flor pierde esplendor. Veo nacer las hojas verdes a mi alrededor, como el arbol se reafirma en su renacer.
Entre la sorpresa de la vida, un fruto comienza a crecer en mí. La fiesta de mi flor toma forma de pequeña almendra. Despacito, como todo lo bueno, voy creciendo y dejándome arrullar por los calores y los mimos del sol. Las lluvias no me hacen tanto daño como cuando era flor, cada vez soy más fuerte, desarrollo mis corazas y me hago adulta.
No sé donde terminaré, pero me gusta imaginar mi destino. Quizá forme parte del aceite que cuide tu piel, quizá sea un dulce delicioso que te llene de energía o quizá baile dentro de tu muesli y alimente tu mañana. Que más me da ya, soy grande y efímera, he disfrutado en la copa de este árbol durante tanto tiempo, que tan sólo quiero dejarme lllevar.
Soy una almendra orgullosa de mí misma. Y tú, ¿qué eres tú? 🙂