Desde que tengo el podcast me estaba olvidando de traer fragmentos de libros que voy leyendo. Por eso, con el último libro que he leído quiero retomar esa costumbre.
Es difícil seleccionar, cuando es un libro tan delicioso. Os cuento.
El jueves pasado viví uno de esos momentos nchi que hacen sabrosa la vida. Me acosté tarde, como siempre, sobre las 12 y media. Me pongo a leer y el libro comenzó a atraparme, hasta tal punto que no pude dejar de leer las 100 págs que me quedaban, por lo cual me metí en la madrugada, envuelta en mi nórdico, llorando de vez en cuando por la historia. Maravillosa.
El Penúltimo Sueño, de Ángela Becerra (que ya me cautivó en Lo que le falta al tiempo), narra una historia de amor del bueno, lleno de vida y envuelto de esperanza. Ese amor sin dudas, que supera obstáculos, que en esta historia son muchos. Ese amor que por sentirlo un instante vivirías toda una vida.
El ritmo te absorbe, al saltar del presente al pasado, y quedarte intrigado capítulo tras capítulo. Os dejo una muestra de la maestría y belleza narrativa de Ángela Becerra. Un libro para saborear que me ha cautivado.
….
«- ¿Cómo ha podido tocarlo si le falta una tecla? Usted debe ser una profesional, porque yo no lo noté hasta después.
Aurora sonrió.
– Le falta el fa… pero es un piano tan bello, y su sonido es tan hermoso que entiendo que su dueño lo tocara así, estando inválido de una nota… Es posible que él mismo se sintiera así… Que le faltara algo para vibrar entero. Todos llevamos en nuestra alma alguna nota que ha dejado de sonar… o que hemos perdido en nuestro recorrido por la vida, ¿no le parece?»
……
«Al verla levantar la tapa que cubría las teclas, Andreu no pudo aguantar sentirla tan cerca. La tomó suavemente por los hombros y la hizo girar hasta dejarla frente a él, llevándola hasta sentarse sobre el piano abierto que respondió con un sonoro arpegio. Acompañada por las notas sostenidas, Aurora recibió aquel beso abriendo su alma de par en par.
Las manos de él empezaron a deslizarse por su cuerpo, ávidas y contenidas, creando movimientos musicales como nunca vividos; en un andante ma non troppo, sus dedos resbalaban nítidos por sus senos, abriendo notas de una sonata… la más dulce y bella sonata jamás sentida por Aurora. De la blusa abierta, del marfil palpitante, en un adagio molto e cantabile, pasó a acariciarle los muslos… el centro de los muslos… el centro más profundo de sus muslos… aquella piel escondida que contenía toda la vida. El piano seguía sosteniendo una melodía creada por el peso de su cuerpo. Sonaba a L’Aurore de Beethoven. Sonaba a Alegría. Y sus piernas sentían… y su piel respondía… Allegro… Vivace… Allegro molto vivace… Los dedos de Andreu se habían metido hasta el fondo de su alma húmeda… mar de placer…. Largo… Apassionato… Largo apassionato…»
…….
«- Parece que ojeamos el álbum de nuestra vida… Joan, ¿te has preguntado alguna vez qué vendrá después de nosotros?
– Un atardecer maravilloso. La calma en movimiento. El misterio de tocar el fondo para luego flotar en la nada, que es el todo…
– ¿Adónde irán los recuerdos de lo que vivimos juntos?
– ¿Has presenciado alguna vez la muerte de una rosa? El choque silencioso de sus pétalos, gotas de seda y lágrimas estrellándose en la tierra… y luego, el brote verde y otra vez la misma rosa en otra rosa. Nada desaparece, mi niña del aire. Ni siquiera nosotros, cuando ya no estemos.
– ¿Tienes miedo a morir?
– Creo que ya estuve muerto casi toda mi vida… Ahora la única alternativa que nos queda es vivir… ¿y tú? ¿tienes miedo?
– Ahora que te he encontrado ya no. Me daba miedo morir sin haberte visto de nuevo.
Joan la miró enamorado.»
………
«Aquí estoy. Nunca me fui.
Antes de ti, no era.
Después de ti…
sólo nos queda el somos.
Joan y Soledad.
Julio de 1939.»