«El mar. El mar encanta, el mar mata, conmueve, asusta, también hace reir, a veces desaparece, de vez en cuando se disfraza de lago, o bien construye tempestades, devora naves, regala riquezas, no da respuestas, es sabio, es dulce, es potente, es imprevisible. Pero, sobre todo, el mar llama. Lo descubrirás, Elisewin. Es lo único que hace, en el fondo: llamar. No se detiene nunca, te entra dentro, se te echa encima, es a ti a quien quiere. Puedes disimular, no te sirve de nada. Seguirá llamándote. El mar que estás viendo y todos los que no verás, pero que estarán siempre al acecho, pacientes, un paso más allá de tu vida. Los oirás llamar infatigablemente. Sucede en este purgatorio de arena. Sucederá en cualquier paraíso, y en cualquier infierno. Sin explicar nada, sin decirte donde, habrá siempre un mar que te llamará.»
Mi Mar… que añoro tanto y tanto me conoce…
La semana pasada tuve el inmenso placer de leer el que puede convertirse en mi libro favorito. Es difícil elegir un solo libro, cuando hay verdaderas maravillas, pero quiza si me confinan en una isla desierta y me dan a a elegir solamente un libro para llevarme, podría ser Océano Mar, de Alessandro Baricco, de quien ya os hablé, cuando leí el maravilloso Seda (cuya película os animo a No ver).
Y me lo llevaría a una isla desierta porque….
– …disfrutaría una y otra vez con sus personajes, fascinantes, deliciosos, encantadores… y con la relación y el amor de cada uno de ellos por el mar.
– …saborearía cada fragmento, cada descripción…. ese estilo de Baricco, que convierte la escritura en arte…
– …es un libro para releer, en donde ya no solo es la historia, sino la emocion… los silencios… lo que va más allá de las palabras…
– …me acerca el mar y su magnificencia…
Este libro llegó a mi porque tenía que llegar. En el Festival Spoken Word, que constaba de representaciones internacionales de escritores y músicos, compartieron actuación Marlango, que ya sabéis es de mis grupos favoritos, y Alessandro Baricco, a quien conocí gracias a alguien muy cercano, y por tanto significa mucho para mi. Este alguien (w) y yo, nos fuimos al evento y nos maravillamos con lo que escuchamos; tanto el carácter afable del escritor, como la representación de Marlango de una canción italiana, como de la lectura de ambos, en italiano y español.
Leonor Watling leyó un fragmento de Océano Mar, y lo hizo de tal manera, que se estremeció todo mi cuerpo, por lo que decía, por como lo decía. Era una oración al mar, que no pondré aquí hoy porque espero poder leeros algún día y compartirla con vosotros vocalmente, como yo la conocí. Al día siguiente, me compré el libro en la tercera librería en que busqué. 🙂
Y para disfrutar antes de comenzar la semana, comparto con vosotros algunos de mis trocitos favoritos:
«Yo le dije que no cometiera una locura, que nos encontraríamos en tierra, que no tenía nada que temer. Pero ella no quiso escucharme. Había hombres grandes y fuertes como rocas que lloriqueaban e imploraban un sitio en aquellos malditos botes, saltando de la balsa y arriesgandose a que los mataran con tal de huir de alli. Ella se subió a la balsa, sin decir ni una palabra, escondiendo todo el miedo que tenía. Las mujeres hacen cosas, a veces, que lo dejan a uno de piedra. Podrías pasarte toda la vida intentándolo, pero no serías capaz de conseguir esa ligereza que ellas tienen algunas veces. Son ligeras por dentro. Por dentro.»
(…)
«Después no es que la vida vaya como tú te la imaginas. Sigue su camino. Y tú el tuyo. Y no son el mismo camino. Es así… No es que yo quisiera ser feliz, eso no. Quería… salvarme, eso es, salvarme. Pero comprendí tarde por qué lado había que ir: por el lado de los deseos. Uno espera que sean otras cosas las que salven a la gente: el deber, la honestidad, ser buenos, ser justos. No, los deseos son los que nos salvan. Son lo único verdadero. Si estás con ellos, te salvarás. Pero lo comprendí demasiado tarde. Si a la vida le das tiempo, muestra extraños recovecos, inexorables: y adviertes que, llegado ese momento, no puedes desear nada sin hacerte daño. Y ahí se desbarata todo, no hay manera de escapar, cuanto más te rebelas, más te hieres. No se puede salir. Cuando ya era demasiado tarde, yo empecé a desear. Con todas mis fuerzas. Me hice mucho daño, como tú no te puedes siquiera imaginar.»
(…)
«Todavía hoy en las tierras de Carewall, relatan todos aquel viaje. Cada uno a su manera. Todos sin haberlo visto nunca. Pero no importa. No dejarán nunca de relatarlo. Para que nadie pueda olvidar lo hermoso que sería si, para cada mar que nos espera, hubiera un río para nosotros. Y alguien -un padre, un amor, alguien- capaz de cogernos de la mano y de encontrar ese río -imaginarlo, inventarlo- y de depositarnos sobre su corriente, con la ligereza de una sola palabra, adiós. Eso, en verdad. sería maravilloso. Sería dulce la vida, cualquier vida. Y las cosas no nos harían daño, sino que se acercarían traídas por la corriente, primero podríamos rozarlas y después tocarlas y sólo al final dejar que nos tocaran. Dejar que nos hirieran, incluso. Morir por ellas. No importa, Pero todo sería, por fin, humano. Bastaría la fantasía de alguien -un padre, un amor, alguien. Él sabría inventar un camino, aquí, en medio de este sielncio, en esta tierra que no quiere hablar. Camino clemente, y hermoso. Un camino de aquí al mar. «